Introducción
Inocente Calma
Murió.
Todos se lamentaron,
excepto la niña,
que observando a su abuela
decidió irse a dormir ella también;
no quería quedarse sin regalos de navidad.
(Micro-cuento navideño)
¿MALDICIÓN?
DA estas alturas mi mente había aceptado la muerte con naturalidad, eso me hacía parecer frío, algunas personas incluso me culpaban de todo lo sucedido y ya nadie me daba el pésame. De hecho la mayoría de las personas me evitaban. Los médicos decían que era o una maldición o una enfermedad congénita que aun no habían sido capaces de encontrar y yo llegados a este punto sabía que era el siguiente y necesitaba saber el por qué cuanto antes para evitarlo.
De alguna manera, me hacía una ligera idea de dónde podía estar el problema, ya que todos los que habían muerto habían sido antes los herederos de la anterior “víctima”, razón de más para que todos sospechasen de mí. Dada la situación, el siguiente y único heredero debía ser yo, por ello quería llegar a casa de mi hermana y leer el testamento antes de que algún ladrón moviera o se llevara algo de la casa.
Al fin llegué a eso de las diez de la noche. Estaba muy nervioso y tuve que leer el testamento unas tres veces, pero nada tenía sentido, nada. Sólo había un objeto en la lista, una extraña caja decorativa con una hermosa luna. La abrí, esperando encontrar un gran tesoro en su interior, pero en su lugar sólo había un montón de bombones y una flor de cristal. La cerré rápidamente, la única explicación era que los bombones estuvieran envenenados, pero eso lo habría detectado el médico, aun así no descarté esa opción.
Sin nada en claro regresé a casa, decidí probar los bombones para acabar con la incertidumbre y no sucedió nada. A las dos de la mañana me fui a dormir; era demasiado tarde para pensar con exactitud.
DeLunes por la mañana y aun no sé nada, mi muerte se acerca lentamente y siento que hora tras hora voy muriendo. Escribo más bien un cuaderno de despedida y no la lista de pruebas que esperaba. Los bombones están descartados, ninguno ha terminado conmigo, al menos de momento.
Martes por la tarde: ya sólo quedan cinco días para mi muerte y sigo sin tener nada, me estoy rindiendo, he estudiado la nota buscando un mensaje oculto, de arriba abajo, de abajo a arriba, mirando a trasluz y no hay nada. Me estoy desesperando, he perdido la cordura, mi hija me mira cada vez más asustada, ya no duermo, empiezo a tener ojeras y la caja se ríe de mí.
Jueves por la noche: Ayer no escribí porque me desmayé; dice el médico que debo comer y dormir o moriré pronto, he estado pensando y tal vez esa fuera la razón de todas las muertes, así que he decidido comer un poco. Tengo miedo por mi hija, ella sería la siguiente en morir, así que debo seguir investigando, ella también está asustada, creo que no me reconoce con estas ojeras y esta barba. Tiene miedo y es normal. Ya sólo quedan tres días para que yo muera, hoy he estudiado la flor de cristal que venía en el interior de la caja, es hermosa, pero no tiene nada de especial, ninguna nota escrita, nada. Hoy escribí mi testamento y me he dado cuenta de que sólo tengo esta caja, ya que ni la casa ni los muebles son míos y lo demás no tiene ningún valor. ¿Quién cuidará de mi pequeña cuando yo no esté? Tengo miedo.
Viernes por la noche: Nada, es demasiado tarde para todo, moriré y sí me importa, quiero que mi niña esté bien, verla crecer y saber que estará a salvo. No sé qué hacer, de repente la vida no tiene sentido, ¿Qué habrá después de la muerte? Yo no soy creyente, pero pienso que debería empezar a rezarle a alguien, hoy estoy delirando, he tirado la caja al suelo, pero no se ha roto, mi hija huyó y se escondió en su habitación ¿Qué recuerdo se llevará de mí? Me estoy volviendo loco. Tengo miedo.
Sábado por la tarde: es mi último día de vida, soy consciente de ello y ya no me importa. He llamado a mi viejo amigo para decirle que le cedo la custodia de mi pequeña, ha aceptado y se ha despedido de mí, al menos creo importarle a alguien y seguro que él cuidará bien de mi niña. Ya nada me preocupa. Cuando acabe esté día moriré y ya no habrá un mañana, quiero dejar de sufrir, me gusta pensar en la calma, la tranquilidad, la nada que me inundará dentro de algunas horas. He roto el testamento, no quiero que mi hija se quede con la caja, mañana mi amigo se la llevará y estará libre de todo el mal que ha gobernado a mi familia estos años. La flor de cristal aun está tirada en el suelo, no hay razón para recogerla de allí. Ya no tengo miedo.
Domingo por la mañana: me siento bien, he dormido como nunca y sigo vivo. Creo que voy a dejar de investigar sobre la caja, es una tontería. No voy a morir.
Domingo por la tarde: Hoy, al ir a la cocina para desayunar, he descubierto el cuerpecito pequeño de mi niña en la cocina, estaba abrazando aquella misteriosa flor de cristal, ha muerto. He decidido marcharme lejos, ya no tengo familia, me he quedado solo. No sé si coger esa rosa y morir yo también o intentar olvidarlo todo. De todas formas es demasiado tarde para decidir, la policía me ha arrestado, dicen que no saben cómo, pero que sólo yo puedo ser el asesino. Ahora sí que se supone que sólo me quedan dos semanas de vida, mañana le escribiré a Juan para que recoja la flor y me la traiga, necesito morir cuanto antes, esto es insoportable.